“Instrucciones para la reconstrucción de la personalidad.
Resultado garantizado.”
- ¿Desea usted una lección acerca de la reconstrucción de la personalidad?
- Si, se lo suplico.
- Entonces tenga a bondad de poner a mi disposición un par de docenas de sus figuras.
- ¿De mis figuras?...
- Las figuras en las que ha visto usted descomponer su llamada personalidad.
Sin figuras no me es posible jugar.
Me puso un espejo delante de la cara, otra vez vi allí la unidad de mi persona descompuesta en muchos “yos”, su número parecía haber aumentado más. Pero las figuras eran ahora muy pequeñas, aproximadamente como figuras manejables de ajedrez, y el jugador con sus dedos silenciosos y seguros, cogió una docena de ellas y las puso en el suelo junto al tablero.
Me puso un espejo delante de la cara, otra vez vi allí la unidad de mi persona descompuesta en muchos “yos”, su número parecía haber aumentado más. Pero las figuras eran ahora muy pequeñas, aproximadamente como figuras manejables de ajedrez, y el jugador con sus dedos silenciosos y seguros, cogió una docena de ellas y las puso en el suelo junto al tablero.
Luego habló con monotonía, como el hombre que repite un discurso o una lección dicha muchas veces:
La idea equivocada y funesta de que el hombre sea una unidad permanente le es a usted conocida. También sabe que el hombre consta de una multitud de almas, de muchísimos “yos”. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de a persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. La ciencia tiene en esto razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad puede dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que solo es posible un único orden, férreo y para toda la vida, de los muchos “sub-yos”. Este error de la ciencia trae no pocas consecuencias desagradables (…)
La idea equivocada y funesta de que el hombre sea una unidad permanente le es a usted conocida. También sabe que el hombre consta de una multitud de almas, de muchísimos “yos”. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de a persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. La ciencia tiene en esto razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad puede dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que solo es posible un único orden, férreo y para toda la vida, de los muchos “sub-yos”. Este error de la ciencia trae no pocas consecuencias desagradables (…)
Nosotros completamos por eso la psicología defectuosa de la ciencia con lo que llamamos el arte reconstructivo. Al que ha experimentado la descomposición de su yo, se enseñamos que los trozos pueden acoplarse siempre en el ordena que se quiera, y con ello se logra una ilimitada diversidad del juego de la vida. Lo mismo que los poetas crean un drama con un puñado de figuras, así construimos nosotros con las figuras de nuestros “yos” separados constantemente grupos nuevos, con distintos juegos y persp0ectivas, con situaciones eternamente renovadas.
¡Vea Usted!
Con los dedos silenciosos e inteligentes, cogió mis figuras, todos los ancianos, jóvenes, niños y mujeres, todas la piececillas alegres y las tristes, las vigorosas y las débiles, las ágiles y las pesadas; las ordenó con rapidez sobre el tablero formando una combinación, en la que aquellas, se reunían al punto en grupos y familias, en juegos y en luchas, en amistades y en bandos enemigos, reflejando al mundo en miniatura. Ante mis ojos arrobados hizo moverse un rato al pequeño mundo lleno de agitación, y al mismo tiempo tan en orden; lo hizo jugar y luchar, concretar alianzas y librar batallas, comprometerse entre si, casarse, multiplicarse; era en efecto un drama de muchos personajes, interesante y movido.
Luego pasó la mano con un gesto sereno sobre el tablero, tumbó suavemente todas las figuras, las juntó en un montón y fue construyendo, artista complicado, con las mismas figuras un juego completamente nuevo, con grupos, relaciones y nexos diferentes. El segundo juego se parecía al primero; era el mismo mundo, estaba compuesto del mismo material, pero la tonalidad había variado, el compás era distinto, los motivos estaban subrayados de otra manera, las situaciones colocadas de otro modo.
Y así fue construyendo el inteligente artífice con las figuras, cada una de las cuales era un pedazo de mi mismo, numerosos juegos, todos parecidos entre sí desde cierta distancia, todos como pertenecientes al mismo mundo, como comprometidos al mismo origen, cada uno sin embargo, enteramente nuevo.
- Esto es el arte de vivir – dijo doctoralmente-; usted mismo puede de aquí en adelante seguir conformando y animando, complicando y enriqueciendo a su capricho el juego de su vida; está en su mano. (…)
Tome, guarde para si sus figuras; el juego le proporcionará placer aún muchas veces. La figura que hoy, haciendo de cuco insoportable, le eche a perder el juego, mañana podrá usted degradarla, convirtiéndola en una comparsa insignificante. Usted, al juego siguiente, puede hacer una princesa de la pobre y simpática figurilla que durante toda una combinación parecía condenada a irremediable desventura.
Le deseo que se divierta mucho, caballero.
Hermann Hesse: Fragmento de "El lobo Estepario"
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